Ilustración de José Bielsa

RESEÑA DE CARE SANTOS EN EL CULTURAL




Reseña de Care Santos en El Cultural de El Mundo.


"Una novela puede inspirar una amistad o un asesinato. Esa es la verdad, discreta, que revela esta novela, cuya treintañera protagonista descubre que El guardian entre el centeno, de Salinger, que para ella significó la puerta de acceso a la mejor amistad -y la mejor temporada- de su vida, también fue la inspiración del asesino de John Lennon. La vida, parece decir la protagonista, es un arma de doble filo. También los recuerdos.

En estas páginas, intimistas, descarnadas, poéticas, de su primera novela, Marina Fernández (Madrid, 1974) nos propone un hermoso viaje a través de los recuerdos. Tiene mucho de generacional, pero se adivina tejido con mimbres autobiográficos. Diana, la narradora, pasa revista a las relaciones que más hondo han calado en su vida: el amor nunca olvidado de Miguel y la amistad a tres bandas con Rebeca y Óscar, que reaparece en la edad adulta, reconvertida en memoria dolorosa.

Diana pertenece a una generación que creció viendo Barrio Sésamo, Verano Azul y las películas Disney. La misma que al llegar a la madurez debe enfrentarse a un abismo y una desazón similares a los de Holden Caulfield, el protagonista de la omnipresente novela de Salinger, preguntándose sin cesar -y encajando la falta de respuestas- qué hay más allá, dónde está el que vela por nosotros, a dónde van los patos de Central Park en invierno, cuando se hiela el lago."




RESEÑA DE ANTONIO PARRA EN SUPLEMENTO "ABABOL" DE 'LA VERDAD DE MURCIA'

Un guiño a la primera generación madura del siglo XXI, la formada por quienes nacieron a finales de los años 70, es el motor de esta obra de Marina Fernández Bielsa, una pieza intimista con la que debuta en el mundo de la novela y que arrancará más de un recuerdo a los lectores mientras asisten a la búsqueda de la identidad que Diana, su protagonista, lleva a cabo durante sus páginas. Nunca se es demasiado joven para vivir cuatro o cinco vidas, ni demasiado mayor para disfrutar con novelas como ésta.

(LA VERDAD, "ABABOL", 8/10/2011)

ENTREVISTA DE GUILLE ORTIZ EN Literaturas.com


Así empieza la entrevista de Guille Ortiz para la revista de Literaturas.com

Nunca he tenido prejuicios y miedos. Simplemente escribía.

Caricatura de Diego Abelenda

Marina Fernández Bielsa (Madrid, 1974) acaba de publicar su primera novela, "Los patos de Central Park" (Alfaqueque), donde el lector puede disfrutar del eterno dilema entre el amor y la amistad, el pasado y el presente. Puede revivir las inevitables tensiones de la melancolía y sentir la necesidad, a la vez, de volver al lugar al que perteneció y se formó como lo que ahora es, sin estancarse ni renunciar al progreso. "Los patos de Central Park" tiene un punto nostálgico y adolescente, como se desprende del propio título de la novela, homenaje a Holden Caulfield, y sin duda retrata determinadas constantes de una generación que ahora por fin parece estar alzando la voz y exigiendo su lugar en el mundo. El mismo lugar que Diana, la protagonista, se dispone a encontrar en la novela.
       



¿Cuándo se deshace uno por fin de la adolescencia?
-¿Es que eso es posible? Decía Max Aub: “Uno es de donde hace el bachillerato”. La etapa de los descubrimientos, de una incipiente independencia, de sentimientos y experiencias que nunca se ha tenido antes y que, en ocasiones, no se vuelven a repetir es algo que marca a cada persona. Tanto en lo positivo como en lo negativo. Por otra parte, la sociedad es cada vez menos adulta. Los cambios sucesivos y rápidos, la necesidad de adaptarse y reinventarse constantemente, el hedonismo y la inestabilidad emocional propia de la adolescencia se extiende hoy a casi todas las edades.
¿Qué tiene tu novela de terapia, un punto y aparte necesario para afrontar otra etapa de tu vida y tu carrera?
- La escritura, en general, es un ejercicio de terapia. No tanto en el sentido de volcar obsesiones o frustraciones, que a veces es algo que inevitablemente se produce, sino en la disciplina, el esfuerzo y la concentración que requiere y, sobre todo, en la evasión que supone. Mientras escribes olvidas tu mundo real, tus rutinas habituales y te sumerges en otro mundo que te absorbe por completo. Si tu vida no pasa por buenos momentos, la escritura puede salvarte de la tristeza y la soledad.
“La novela generacional” tiene grandes defensores y grandes detractores y en cualquier caso muchísimos manuscritos apilados en editoriales. ¿Es posible dirigirse a una generación sin perder de vista al resto de los lectores?
- La etiqueta de “generacional” es, en cualquier caso, un componente más de cualquier novela, no el único. Hay otros elementos que hacen que una obra interese o guste. Recrear una época común puede ser un enganche, pero debe haber algo más para ganarse a los lectores.
El otro día, un editor importante me preguntó “¿Cómo le vendo yo tu novela a mi abuela, cómo la convenzo de que le va a interesar?” Inténtalo tú con la mía.
- Podría enunciar unas cuantas frases de marketing tan en boga en el sector editorial, del tipo: “Le hará comprender mejor a su hija y a su nieta”, o “se lee de un tirón”, o “refleja la crisis de los treintañeros” o “le hará recordar un pasado reciente”. Pero lo que honestamente haría es darle a leer las primeras páginas. Si no le gustan, le aconsejaría que la dejara. La lectura debe ser siempre un placer, nunca una obligación ni un suplicio. No todas las novelas tienen que interesar a todo el mundo.
En una intervención maravillosa, Marsé declaró hace tiempo en plena ceremonia de entrega de los Premios Planeta que los jóvenes de ahora no querían escribir sino “ser escritores”, es decir, no les preocupaba tanto la calidad como la fama. Ahora que te mueves más en el “ambiente literario”, ¿cuánto crees que hay de verdad en eso?
- Jajaja, hay de todo. Pero como en cualquier profesión, imagino. Habrá quien tenga interés y vocación en lo que hace y le preocupen la calidad y el trabajo bien hecho y quien desee medrar, ganar dinero o fama, sea escritor, médico o maestro. Reconozco que los escritores, y los artistas en general, tienen un ego más sensible, se sienten valorados según el éxito de su obra. Y vivimos en una sociedad que solo parece reconocer el mérito en función de la popularidad o las ventas. Quien escribe aspira a ver su obra publicada, y una vez publicada a que se venda, y para que se venda tiene que tener “visibilidad”, es decir, publicidad. Son las leyes del mercado. Y después están las personas, y se dan combinaciones de todo tipo.
¿En qué momento de tu vida dejas atrás todos los prejuicios y los miedos y dices “soy escritora”?
- Nunca he tenido prejuicios y miedos. Simplemente escribía. Empecé con relatos cortos que enviaba a concursos. Después conocí al escritor Antonio Gómez Rufo, que prácticamente me “obligó” a escribir una novela durante los meses que asistí a su taller literario. Ese fue el primer embrión. Después le di muchas vueltas, la podé mucho y tres años después estaba lista. Mientras tanto no dejé de escribir. Abrí el blog (http://areaddescanso.blogspot.com) y empecé a participar en el Taller Literario Bremen, donde cada dos semanas se escribe y se lee un relato en voz alta que luego es comentado y analizado literariamente por el resto de los participantes.

La entrevista completa en:
http://www.literaturas.info/revista_int.php?IdElement=43&IdSubElement=9&IdSubSubElement=424


RESEÑA EN LETRATLÁNTICA, POR FRANCISCO GÓMEZ ESCRIBANO

Reseña de en Francisco Gómez Escribano en el blog Letratlántica.

http://letratlantica.blogspot.com/2011/09/los-patos-de-central-park-de-marina.html



Los patos de Central Park
es un texto que cuenta con más de una virtud, lo que lo convierte en una lectura agradable y muy sugerente, especialmente para los que hoy día vagamos en las turbias aguas de los treinta y tantos y cuarenta y pocos. Lo más notable de Los patos es que, tratándose de una obra intimista, como nos desvela desde el inicio la contraportada, no se detiene en inútiles regodeos, y está relatada de forma directa y concisa, haciendo gala de un lenguaje que guarda un elegante equilibrio entre la morosidad propia del estilo y el obligado transcurrir de la historia. Historia que revela el contexto vital de una mujer, Diana, cuyo pasado la ha impulsado a un presente de cierto marasmo existencial. Para plantear esta situación, Marina Fernández se sirve del recurso a las lecturas, las músicas “de juventud”, esos materiales de aluvión con los que comenzamos a construir nuestra identidad adolescente, y que se quedan incrustados de por vida en nuestra memoria y nuestro propio organismo.

Como advirtió la autora en la presentación del libro, Diana no es Marina, pero creo que es evidente que Diana toma mucho de Marina, y esto precisamente aporta un interesante grado de autencidad al texto, sin el cual el resultado final sería un tanto pobre, pues, al fin y al cabo, estamos ante un ejercicio de “búsqueda del tiempo perdido” que, como el más famoso de todos ellos, podría resumirse en una sola línea, de forma que el argumento carece de fuerza suficiente para ponerse en pie por sí solo, sin el concurso de las evocaciones. Y aquí reside el pequeño problema de esta obra notable: cuando las lecturas, las canciones que jalonan el discurrir de los pensamientos y emociones de Diana pierdan su facultad de evocar (para lo que basta el natural paso de las generaciones), Los patos se volverá una narración difícil de descifrar, a falta de su clave más íntima y necesaria.

En todo caso, invito al lector a acercarse a esta exploración vital y a imbuirse de su ambiente melancólico, pues a buen seguro dentro podrá hallar eco de sus propios malestares y, quién sabe, hasta algo de consuelo.

RESEÑA DE AMADEO COBAS EN 'LA TORMENTA EN UN VASO'

Reseña de Amadeo Cobas en el blog de crítica literaria La Tormenta en un Vaso:


http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2011/09/los-patos-de-central-park-marina.html


«Los hilos que mueven los afectos son tan finos que a menudo no somos capaces de verlos. Pero están ahí, y pueden romperse en cualquier momento. Un gesto, una palabra, una sospecha, un pensamiento, bastan para tensarlos. Hasta que se quiebran y resulta difícil recomponerlos, por la misma fragilidad de su naturaleza. Pero, por alguna extraña razón, hay sentimientos que perduran y cariños que no se rompen por mucho que el tiempo o la distancia intenten desgastarlos». Esta frase, que inicia un capítulo intermedio del libro, serviría de prefacio para presentar la obra en su conjunto, para sintetizarla en nueve líneas bien intensas y para reconducir al lector sin pérdida posible sobre lo que prima aquí. Y no es sino la evocación descarnada de Diana, la protagonista, varada en una etapa de su vida en plena transformación, justo ahí donde se ubican las preguntas trascendentales para proseguir su caminar por un derrotero u otro; justo cuando los remordimientos y las autoconvicciones pretenden amarrar el tiempo pasado a la memoria como un lastre impedidor de la toma de nuevas decisiones por miedo a tomar una errónea.

El haz de luz principal de esta novela enfoca unas introspecciones emanadas de lo particular y que desembocan en lo general. Así, la autora da en la “diana” al presentarnos a una protagonista con la cabeza muy bien asentada, reconocedora de las equivocaciones y también de los aciertos con los que ha construido el edificio de su vida. De paso vamos conociendo las maneras de Marina Fernández, una escritora que muestra como carta de presentación narrativa esta novela corta, en la cual destila método a la par que originalidad, se recrea con unas atmósferas muy pulcras y sobre todo se exhibe cual pistolero desenfundando el mérito de un lenguaje vertiginoso a modo de latigazo y de una belleza natural tal un atardecer.

¿Por qué afirmo lo anterior? Porque escoge las palabras milimétricamente para conseguir el efecto pretendido: dibujar las escenas hasta otorgarles la dimensión precisa que las vuelva diáfanas: «El portal olía a comida casera y a vecindad añeja, a humedad y a zaguán recién fregado». Todos hemos reconocido haber entrado en este portal o en uno similar, el recuerdo del “nuestro” enmarca el de la autora y le da vivencia de barrio, de cercanía, de confidencia en el rellano, de guisote de puchero desprendiendo aromas maravillosos al sobrepasar la puerta de la vecina. Esta escritora es una orfebre que engasta piedras preciosas sobre las joyas de su narrar tan delicioso: «como inquilinos habitando una nostalgia resistente al desahucio»…

Destaca el uso mágico que hace de las figuras literarias, diseminadas a lo largo del texto como guindas que ornan sin deje alguno de chabacanería las meditaciones profundas e íntimas en las que se sumerge la protagonista. Valga el botón de muestra de esta prosopopeya urbana: «Las grandes ciudades nunca duermen y nunca se callan del todo; siguen latiendo de noche porque la muerte es un lujo que no pueden permitirse».

Hay apocalipsis en la prosa poética donde navega al evocar pasados, desmenuzar presentes y predecir futuros: «Delirios de sábado ocioso y maldito, malgastado de nada. La luna desperdiciada, los deseos baldíos…». Hay verdades grandes como templos, acaso extraídas de lo profundo, donde habitan los secretos más inconfesables, el territorio del pensamiento que nunca debió traspasar la frontera de la mudez para internarse en la reflexión oral… ¿O sí?: «Siempre he perseguido un tipo de amistad que no se limite a un intercambio de soledades […] Siempre he buscado amigos a los que poder entregarme sin condiciones, sin reservas. Esa clase de amigos que con sólo una mirada saben qué humor toca y cómo deben actuar…».

Adopta como propios los ecos musicales más o menos pretéritos, paladeando las letras de John Lennon o Serrat a Radio Futura y Míkel Erentxun, reconstruyendo Diana en su mente aquellos programas de televisión míticos, forjadores de toda una generación de teleadictos vespertinos. ¿Ejemplos? Heidi, Verano Azul, La casa de la pradera… Novela sobre literatura revisitada, aquella que jalonó la juventud de la protagonista: desde El guardián entre el centeno hasta Nubosidad variable pasando por el fraguador de pensamientos propios: El club de los poetas muertos.

Tiene muchas lecturas el juego íntimo que aquí se nos brinda, puedo imaginar el cosquilleo para el cerebro de una lectura en voz baja pegada al oído; aunque se presta también a otra silenciosa permitiendo el aullido emitido por estos descarnados sentimientos, e inclusive cabe un juego a priori pérfido y sin embargo válido en este escenario: el de barajar los capítulos salteándolos, sin que por ello pierda fuerza y sentido el contenido de este libro.

«Ya no hay molinos en La Mancha. No al menos como los que ilustran los libros del Quijote. O quizá los hay, pero no se ven desde este tren», se nos dice en el ocaso de la novela, cuando periclitan esas meditaciones de Diana al llegar al «fin de los sueños adolescentes, con diez años de retraso». Este despertar de la protagonista coincide con el desvanecimiento de la obra, con su final, no otra cosa sino un principio, una partida en tren hacia el destino de la nueva vida al aguardo.

Y al aguardo nos quedamos de la siguiente joyita que nos regale Marina Fernández, porque si debuta con esta obra madura pese a emanar de quien no está sino en la génesis de su carrera, con el bastión de su saber hacer literario, con un estilo propio ya consolidado, le auguramos éxitos venideros y le deseamos el reconocimiento por editores, primero, y público.
Este último, no me cabe duda.

Mención en el blog LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS




http://santy-lavidasecretadelaspalabras.blogspot.com/2011/05/los-patos-de-central-park.html



"LOS PATOS DE CENTRAL PARK de MARINA FERNANDEZ BIELSA es una novela que reúne todo lo necesario para disfrutar de la buena literatura, es una novela fácil de leer, fresca, bella, con la que nos podemos sentir identificados una generación que crecimos con verano azul, barrio sésamo, Disney, etc, pero sobre todo es una novela que habla de la vida, de la vida de Diana, que podría ser la vida de cualquiera de nosotros.

Primera novela de su autora y no se podía haber estrenado mejor...Gracias a Antonio Gómez Rufo que la recomendó en el periódico el día del libro, gracias a él he disfrutado de esta historia que era justo la que necesitaba en estos momentos en los que la "nostalgia" es el protagonista de mí película.

Ojalá os animeis a leerla muchos porque la vais a disfrutar y porque su autora se merece al menos tanto éxito como calidad tiene la novela, y ya digo de antemano que es muy alta."

RESEÑA DE FRANCISCO JAVIER ILLÁN VIVAS

Publicada en la revista digital Ágora, papeles de arte gramático



Diana es una joven que cuando conecta con alguien con el que comparte inquietudes, gustos y obsesiones literarias fuera de lo común, su emoción inicial se ve frenada por una desconfianza que se vuelve desasosiego si esa persona se interesa por ella en aspectos extraliterarios (Pág. 26), ya que inmediatamente piensa en Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, quien, como ella, veneraba la novela de J.D. Salinger “El guardián entre el centeno” y adoraba a su antihéroe, Holden Caulfield, ese mismo que descubre que no hay ningún guardián que nos salve del abismo que se extiende tras el campo de centeno. Y que es necesario atravesarlo para crecer, aunque crecer signifique vagar (Pág. 24-25).

Pues yo he sentido esa especie de desconfianza al conectar, desde la segunda página, con la novela de Marina Fernández Bielsa, no por que, como su personaje, creciese en los 70 del pasado siglo, que me tocó hacerlo un poco antes, pero sí por que leí esa novela, me pregunté dónde iban los patos de Central Park en invierno y no tuve más remedio que ver las series Marco, Vikie el Vikingo, Mazinger Zeta, Orzowei, La casa de la pradera y otras que nos marcaron.

Nuestros caminos, afortunadamente, se separaron cuando ella reconoce que nació en Madrid y no en el Mediterráneo. Por eso ella sabe que en la ciudad con playa, donde ha encontrado trabajo como periodista, no encontrará lo que está buscando (Pág. 16).

Marina Fernández Bielsa ha escrito, en efecto, un libro intimista y reflexivo, en primera persona, muchas veces casi un monólogo, compartido otras con la lectura de sus propios diarios, de las cartas que escribió o que recibió, de los correos electrónicos, o de los SMS; un libro, que conectará con el lector o lectora que haya crecido con aquellas series, o con Barrio Sésamo, o con la primera emisión de Verano Azul; con las viejas canciones- ya de color gris- de Ismael Serrano, de Radio Futura, de Ismael Serrano, o de los inevitables Joaquín Sabina y Juan Manuel Serrat.

Un libro de esa generación mileurista y engañada acerca de sus posibilidades. Que se iban a comer el mundo y el mundo acabó por devorarlos (Pág. 8), no se trata de esta generación perdida que ahora lucha por encontrar su lugar alrededor del movimiento 15M, no. Más bien eso a quienes “creo”, “quizá” y “tal vez” son las expresiones que mejor les definen (Pág. 9).

La protagonista siente que toda esa vida de la que tanto espera en la ciudad con playa se le desmorona cuando Rebeca, tras ocho años de silencio, le habla de un accidente del que no habría querido enterarme nunca (Pág. 32). Entonces los recuerdos regresan como lápidas al presente, y se ve obligada a crecer, como Holden Caulfield, con diez años de retraso.

Óscar y Rebeca, su inquebrantable primera amistad, que no soportó los golpes de la vida; la relación casi destructiva que mantiene con Miguel, o con Víctor, todo viene al momento presente, cuando, ahora sí empieza a saberlo, desde el futuro las cosas se ven más claras (Pág. 24).

La novela de Fernández Bielsa es también un libro de esa soledad de los adioses inevitables, adioses a las ilusiones, a las esperanzas. Por que, cuando ya te sabes las respuestas de la vida, te cambian las preguntas (Pág. 88). De asumir el fin de los sueños adolescentes, como comentaba antes, aunque sea con diez años de retraso (Pág. 94).


Francisco Javier Illán Vivas

Mención de JORGE DÍAZ en CULTURAMAS

El escritor Jorge Díaz, autor de Los números del elefante (Planeta, 2009) menciona la novela en su columna de Culturamas "No te signifiques".

A Marina Fernández Bielsa, que ha escrito una novela que se llama “Los patos de Central Park” y es estupenda, con una de las mejores frases que he leído últimamente: “Qué le voy a hacer si yo nací en Madrid y no en el Mediterráneo. Mi niñez no juega en una playa, ni siquiera en una acera, sino en un patio de colegio y en los jardines del Retiro”. Una novela llena de recuerdos generacionales: canciones, series de televisión, libros… Y me sorprende tener una docena de años más que ella y reconocerlos todos: Verano Azul, y si esta noche quieres ir a bailar vete poniendo el disfraz de pecadora…, Tokio ya no nos quiere… O cambiamos poco o ella los ha escogido tan bien que da igual la edad que tengas para identificarte y entender su historia.


Lee la columna completa aquí:

http://www.culturamas.es/blog/2011/06/27/no-te-signifiques-29/

RESEÑA DE SONIA FIDES

Reseña de Sonia Fides en su blog:
Mademoiselle joue avec son revolver




Aunque siempre lo intuí he necesitado leer este libro para confirmar, aseverar y asumir que pertenezco a la generación de los cautivos. Da igual que la autora sea algunos años más joven que yo,da igual que en esta novela de confirmaciones y frases hermosa exista un párrafo casi al final que hubiera podido destrozar la novela("A mis treinta años ya tengo asumido que la vida es una ladrona. Y una traidora. Maquina injusticias que se sirven frías, mezcladas con clavos de derrota que no queda más remedio que tragar, aunque desgarren la garganta y se claven cerca del corazón o queden atravesados en el estómago, como una mala úlcera que acaba sangrando con cada nuevo sinsabor. Dicen que el amor llega sin avisar. Pero también la traición y la injusticia. Y la verdad...") desde el 68 hasta el 75 todos somos hijos de esa generación de cautivos de la que hablaba más arriba. Somos cautivos del pasado, de todas las canciones que descubrimos o nuestros hermanos mayores nos regalaron. De algunas series de televisión, del futuro que le ofrecían a nuestros ojos infantiles, de un montón de frases literarias que parecían revelarnos los intringulis de la vida entera. Somos los hermanos menores de los primeros robots catódicos, los hermanos mayores de aquella niña a la que el destino subía hasta lo más alto de la montaña. Somos también los hijos bastardos del futuro y de eso va esta novela que confieso que nunca habría comprado de no ser por la explícita referencia de su título a mi venerada novela de Salinger. Yo aún sigo esperando la respuesta a la incognita, aunque como la autora, también finja haber cambiado algunas preguntas. Me alegro de haber encontrado esta historia, me alegro de haberla leído, me alegro de pertenecer a la generación a la que pertenezco, me alegro de seguir esperando al futuro y sobre todo me alegro de serle fiel a mi pasado, a sus manos y a las manos de todos aquellos que tan generosamente me cuidaron para que llegara lo más intacta posible al futuro. Sin duda hay que darle las gracias a la autora que ha sabido y ha querido contar lo que somos, todos sabemos que los secretos generacionales son a veces una losa muy pesada y que no todos los escritores tiene los músculos lo suficientemente tonificados para llevar a cabo esta empresa. Para mí es ya uno de los imprescindibles. Una autopsia con la mesa limpia después de cada incisión. Hay mucha sangre en cada movimiento, pero Marina Fernández Bielsa sabía que dejar que la sangre de los distintos órganos vitales se fueran mezclando sobre la mesa de operaciones hubiera sido un gravísimo error para la historia. Una estupenda primera novela. Me apunto el nombre de la autora. Tiene pinta de volver a darme lo que necesito cuando me siento a leer.

INVENTARIO GENERACIONAL. Reseña de Daniel Serrano

Reseña con banda sonora propia. Esta canción tiene mucho que ver con Diana. La letra es de Ismael y Daniel Serrano, que estuvo en la presentación de la novela y escribió esto después de leerla. Porque la vida tiene círculos azarosos sorprendentes.


http://www.diarioabierto.es/39252/inventario-generacional




Lecturas dispersas

Inventario generacional

Daniel Serrano


Somos aquello que fuimos.

Cenizas del paraíso, el lento crepitar de los atardeceres de verano en la Sierra, leche de pantera y vespinos y chicles de fresa ácida, HoldenCaulfield, Demian, los rebeldes de Coppola, dar cera/pulir cera, esta tontería llamada amor,la discoteca, lugar sagrado de iniciáticas atrocidades, el primer beso sabe a caramelo y a whisky, y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared, Duncan Dhu, U2, purple rain,el viejo vinilo de las tardes de lluvia, qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti, Paul Auster, Loriga, Tokyo ya no nos quiere, sostiene el apuesto literato, Bill Murray asiente en una melancolía infinita de rascacielos apagados, y aún más, las Converse AllStar rojas, el Superpop, la raya blanca de un avión en el azul del cielo,More thanthis musita Brian Ferry situado al borde de un skyline nocturno que es puro Nueva York en sueños.

Dulce pájaro de juventud.

Adoro ponerme cursi.

Somos incorregibles. Profesamos un irreprimible afán nostálgico y, sin que venga a cuento, sacamos las viejas fotos del cajón, fotografías con la fósil gravidez del papel, y nos empleamos a fondo en una arqueología de colores satinados y siempre acabamos añorando el hielo rosa radiactivo de aquellos polos cargados de colorante y reescribiendo en secreto el poema que iniciamos a boli en el cartón amarillo del interior de una carpeta .Cuandoel futuro era 3º de Bup.

Pues bien, así somos y Marina Fernández Bielsa es uno de los nuestros y todas esas referencias con las que he arrancado esta confesión de lector disperso son referencias que hallamos en Los patos de Central Park.

¿Y qué es Los patos de Central Park? Una bonita historia de amor y adolescencia. O de desamores cruzados y finales de trayecto.

Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela de enorme potencia evocadora. Con Los patos de Central Park penetramos en ese territorio de los recuerdos que tanto se suele transitar cuando la vida se detiene, cuando (como le ocurre a la protagonista del relato) da la impresión de que estamos haciendo una escala extraña en un larguísimo viaje transoceánico hacia no se sabe dónde.

Y, además, el libro está bien escrito y tiene una agilidad envidiable y no se pierde en manierismos como los que tanto se enredan a los dedos de este lector disperso, e incluye fragmentos como el que sentencia: “…sabernos supervivientes. Eso ya es algo”. Sí, eso ya es algo. Me gusta.

Tan solo una objeción (permítaseme la impertinencia): el retrato en negro de Rebeca. Resulta un tanto impostado tal personaje, la bruja necesaria que demuestra lo mal que sienta cumplir años a quienes renuncian a demasiadas cosas.

Apenas un pecado venial en cualquier caso, porque Los patos de Central Park, relato de una mujer en crisis a punto de atravesar la frontera de los treinta años, es una novela de lo más apetecible, una lectura que se goza a toda velocidad.

Sobre todo, confesémoslo, para aquellos que disfrutamos haciendo inventario generacional y todavía nos regalamos a media tarde la tropelía cruentamente engordante de un phoskitos que nos devuelve a otro tiempo, a otro lugar.Cuanto el futuro era 8º de EGB.

RESEÑA DE JOSEPH B. MACGREGOR

http://thebronkus.wordpress.com/2011/06/06/nueva-resena-macgregoriana-los-patos-de-central-park/


Los patos de Central Park de Marina Fernández Bielsa es una novela sentimental, es decir, y aunque parezca una obviedad, que habla sobre sentimientos. Se trata de un texto muy corto, que apenas llega a las cien páginas, en la que se dicen verdades como puños y que se intuye escrita con el corazón, poniendo toda la carne en el asador hasta el punto de que a veces leyendo algunos fragmentos se me ponían “los pelos como escarpias”, debido al alto grado de identificación de servidor con las inquietudes y zozobras de Diana, la protagonista estelar de la historia:
La existencia se vuelve frágil cuando no hay raíces que nos mantengan con los pies en la tierra ni sentimientos sólidos que nos den la paz. […] Sigo persiguiendo una seguridad de cuya existencia dudo a cada instante. Y, cuando creo haberla encontrado, empieza a tambalearse, golpeada por una insatisfacción que llevo inoculada en la sangre como un virus que cada cierto tiempo revive hasta hacerme enfermar. Es como si viviera de paso y me asusta pensar que tal vez-otra vez la duda- no llegue a encontrar un lugar en el mundo, un sitio en el que parar y del que no necesite huir.” (págs. 8,9 y 10)
En un momento de la narración se nombra al libro de Carmen Martín Gaite, Nubosidad Variable. Supongo (y es sólo una impresión) que de alguna forma Marina Fernández Bielsa pretende homenajearla con esta novela, básicamente porque el diseño de los personajes (siempre dándole vueltas a la cabeza con mil cuestiones; el monólogo interior es importante), la estructura narrativa (como señalé, antes aparecen diarios personales o las cartas /emails a modo de testimonio) y los temas que aborda (los estragos que el paso del tiempo en las vidas y amistades de un grupo de personas, una enfermiza nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue) se asemejan un poco a los de la escritora salmantina.

De igual modo, se alude a otros libros como El Guardían en el Centeno de Salinger en el cuál se inspiró la autora para el título de su novela:
“La gente nunca se da cuenta de nada, gritaba Holden desde las páginas de El Guardián. Al igual que a él nos costaba dejar de ser niños y afrontar que no hay ningún guardián que nos salve del abismo que se extiende tras el campo de centeno. Y que es necesario, atravesarlo para crecer, aunque crecer signifique vagar, como Holden en Nueva York, por una ciudad desconocida y hostil, donde a nadie le importa adónde van los patos de Central Park en invierno.” (págs. 24 y 25)
También Diana cita letras de canciones de Sabina, Ismael Serrano, Los Secretos, Serrat o Radio Futura, entre otros; libros y canciones que forman parte de la memoria colectiva de muchos españoles nacidos entre los años 60 y 70 y sensaciones con las que muchos nos sentimos reflejados o identificados. Por eso, son importantes además las series de televisión (Vickie el Vikingo, La Casa de la Pradera, Verano Azul…), las meriendas con Nocilla (aunque la novela no tiene nada que ver con la famosa corriente de literatura alternativa), la tele en color o los fines de semana en el chalet de un urbanización cercana a la urbe; muchos sabrán de lo que les estoy hablando.

En ese sentido, quizá el argumento no sea demasiado original ni aporte nada especialmente novedoso. Se trata de cerrar círculos que quedaban abiertos, de pasar página y para ello es necesario recordar para así llegar a la raíz del problema, escupirlo de una vez y seguir para adelante; algo que ha sido tratado en múltiples novelas. Sin embargo, el modo en cómo la autora nos cuenta su historia sí que me resultó muy estimulante y conmovedor, utilizando además un lenguaje muy cuidado que en ningún momento cae en el sentimentalismo barato, la cursilería o lo ñoño. Al contrario, Bielsa combina sencillez con profundidad, esgrimiendo además un sentido de lo poético muy moderno, nada anquilosado, rancio o casposo, sino muy cercano, mezclando con habilidad lo tierno con lo amargo, la desilusión con la esperanza, la fragilidad con la fuerza (o con las ganas de salir a flote). Es una narración ágil, que se lee muy bien.

Como les sucede a muchas de las protagonistas de los libros de Martín Gaite, Diana encuentra en la escritura en papel de sus sentimientos una válvula de escape. Se produce a lo largo de la narración algo muy curioso y es lo siguiente: aunque el texto está narrado todo el tiempo en primera persona, la protagonista intercala además fragmentos de su diario personal, para así reforzar o explicar mejor aquello sobre lo que está reflexionando o aquella anécdota que está describiendo.

No existe un conflicto o excusa que haga avanzar la trama sino que ésta se mueve, opino que con suma habilidad, a través de los recuerdos, evocaciones o pensamientos de la protagonista. Digamos, eso sí, que hay anécdotas que tienen más importancia que otras (el amor platónico por Miguel) y que de alguna forma éstas sirven para explicar el porqué del desgaste de la amistad de los tres amigos, pero, insisto en que no me parece que éste sea el tema central de la historia, sino que lo esencial en la novela es el balance final que Diana hace sobre su propia vida. En su regreso a Madrid, Diana recuerda muchos momentos de su infancia y juventud, sobre todo aquellos que significaron para ella una novedad (la primera regla, el primer amor, la primera decepción sentimental, la pérdida de la virginidad) mezclada con otras evocaciones que tienen que ver con el deterioro en la relación de amistad que mantenía durante la adolescencia con Óscar y Rebeca, sus dos mejores amigos, o con otros recuerdos sobre su vida familiar, sus miedos y desilusiones:
“Las vivencias se incrustan en el ADN de la memoria y se trasmiten genéticamente a experiencias futuras. El olvido no existe, aunque nos empeñemos en no recordar. Cada persona, cada momento vivido, deja su rastro, imborrable, a pesar de todo. Aunque lo creamos superado, tiene la cualidad de proyectarse hacia el futuro. Aunque no lo sepamos, aunque queramos ignorarlo, nos condiciona.” (Pág. 15)
En ocasiones, cuando leemos un libro, como sucede en esta ocasión, nos preguntamos cuánto de autobiográfico, de confesión personal o de ajuste de cuentas con su propio pasado por parte de su autor/a tiene la novela en cuestión. Y esto sucede, siempre que éste/a consigue que nos creamos a sus personajes, los sintamos cercanos, reconocibles, auténticos, de verdad. Durante la lectura del libro de Marina Fernández Bielsa no he tenido nunca la sensación de estar leyendo un texto de ficción sino una larga carta firmada por una amiga que deseaba desahogarse con alguien; como si hubiera recogido en la orilla de la playa una suerte de inesperado mensaje en una botella.

JOSEPH B MACGREGOR

Entrevista en ENTRE LÍNEAS


Así empieza la entrevista de Aroa Moreno para Entre Líneas:



Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela generacional para aquellos que no tuvieron generación. De los que quedaron a medio camino, colgados, entre la tierra prometida y el frustrado desencanto. Una generación previa a las tecnologías, protegida por aquellos que salían de una dictadura y, como todas, perdida. Ingenua y pudorosa, Diana, la protagonista, ha existido, alguna vez, en la vida de cualquiera. Con la literatura como pasión, esta periodista dejó que pasaran varios años hasta publicar Los patos de Central Park, su primera novela.

¿Por qué has querido hacer una reivindicación de tu generación?

Yo creo que a toda generación le gusta que se le reivindique a través del arte: literatura, canciones, cine. Estoy en una franja de edad, los nacidos en los setenta, que podemos empezar a contar esas cosas que nos marcaron: recuerdos de nuestra infancia, nuestra adolescencia, ya que todo ese mundo empieza a desaparecer ya que somos la generación que ha marcado el tránsito entre la era no internet y la era internet. Hay cosas que nosotros vivimos de pequeños y que ya no existen, por ejemplo el walkman, sustituido ahora por el MP3, hemos estudiado sin ordenador, y creo que eso merecía ser contado y que es algo que no se debe olvidar.

Para seguir leyendo y ver las magníficas fotos de David Ruiz que la ilustran pulsa aquí:

 http://www.madridentrelineas.com/?p=545



DONDE VAN LOS PATOS CUANDO SE CONGELA EL LAGO (Reseña de María Zaragoza)



Reseña de María Zaragoza publicada en el número del mes de junio de http://www.calidoscopio.net/



Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela. Marina Fernández Bielsa es un descubrimiento que nadie debería dejar escapar. Marina Fernández Bielsa no ha escrito una novela, ha escrito un bofetón. Explico esto: Cuando uno lee Los patos de Central Park (Alfaqueque ediciones, 2011), lo que siente es lo mismo que cuando te cogen por las solapas y te parten la cara, a mano abierta, que no duele pero humilla. Hacía mucho tiempo que nadie me ofrecía un libro que me causase tanto desasosiego. Marina Fernández Bielsa es una cronista de la realidad del desencanto, de la generación que se suponía que se iba a comer el mundo y ahora no cobra ni mil euros al mes. De los que lo tuvieron todo cuando niños, tanto que soñaron que el futuro sería brillante y soleado y que todas las calles conducirían a un lugar mejor, y eso les hizo intolerantes a la frustración, con ganas de desmoronarse ante cualquier imprevisto, de ojos sorprendidos ante un “no”, un tropezón, un fracaso. El futuro siempre pintaba brillante en esos días que recordados parecen lo mejor y huelen a sol y a amigos que juramos serían para siempre, y luego resultó que aquellos eran quizá los mejores días porque no había problemas ni decepciones ni responsabilidades. Los personajes de Marina Fernández Bielsa son como la mayoría de nosotros: se pasaron la infancia y la adolescencia deseando crecer y luego se dieron cuenta de que se habían perdido lo mejor de la vida pensando en un futuro que no existía. La vida era esto, no un mañana probable, sino un presente continuo con muchos días parecidos a ellos mismos. Marina Fernández Bielsa (y repito tanto el nombre para que nadie lo olvide) es la cronista del problema más importante es el mío propio porque no me enseñaron a mirar el ajeno. Y luego la realidad baña, poco a poco, cada página, cada viaje iniciático por el propio recuerdo, por el recuerdo ajeno de los que se rompieron el futuro sin querer. No es un libro de un viaje, de una vida, aunque la voz de la protagonista de esta historia, Diana, sea definitoria y reconocible como propia muchas veces, sino que son muchos microviajes. Y esto la autora lo hace muy bien, porque a lo largo de nuestras huidas hacia delante, no hacemos un solo viaje a nuestro pasado buscando las causas y las desembocaduras en nuestros problemas. Hacemos microviajes propiciados por un amigo que hacía años que no veíamos, un bar al que solíamos ir, la visión de un parque, o incluso cosas más sutiles como un columpio moviéndose o el vestido de una niña que se cruza en nuestro camino. La autora es capaz de embarcarnos en cada uno de estos pequeños viajes con la facilidad con la que una experta bordadora dibuja poco a poco una flor en un mantón de Manila. No hay que preguntar nunca si es autobiográfico aunque esté narrado en primera persona. Hay que dejar que la magia del libro nos abofetee, para eso está hecho.

Y es por eso que resulta ser un libro importante. Si hay una moraleja que se pudiese extraer yo diría que es el vive ahora, la vida es esto, no lo que sucederá. El futuro no es un posible sino un improbable. Y si te pierdes tu ahora te hundirás poco a poco en la melancolía y en el naufragio. Porque la vida es dura y empieza a ser dura demasiado pronto.

Creo que no hace falta que diga que en el libro de Marina no hay patos reales, sino metafóricos y que tampoco sale Central Park, sino que el título hace referencia a la pregunta que se hace el personaje de Salinger en El guardián entre el centeno, ¿dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela? Y no hay tales patos porque en realidad lo que se pregunta, lo que nos preguntamos a lo largo de toda nuestra vida, lo que se pregunta Diana en el libro de Marina Fernández Bielsa, es dónde van las cosas que planeamos, los amigos que hicimos y que parecían inquebrantables, las relaciones profundas, las emociones exaltadas, las ilusiones cuidadosamente entretejidas, dónde está ese futuro brillante que nos prometieron convirtiéndonos sin saberlo en frustrados vocacionales, dónde van las cosas que no van a ninguna parte cuando nuestra vida se congela. Cuando nuestros días se parecen y el amor de nuestra vida resulta ser un patán y traicionamos a las personas que más queremos porque somos inconscientes y no creemos en las consecuencias. Cuando la vida se convierte en plana y carece de los matices que habíamos soñado darle. Mafalda mostró su perplejidad en una tira de Quino cuando descubrió que por más que uno se empeñe en cambiar el mundo, al final es el mundo el que lo cambia a uno. Y Marina Fernández Bielsa, con su pequeño bofetón azul, con sus patos que vuelan ahora en las librerías, ha hecho un trabajo maravilloso recordándonos, en una prosa exquisita, que hoy importa mucho más que mañana y que la vida, nos puede transformar en cualquier cosa a nuestro pesar. Probablemente justo en eso que juramos no ser bajo ningún concepto. Hay que leerlo.

¿POR QUÉ ESE TÍTULO?

Muchas de las personas que han oído hablar de la novela preguntan el por qué del título. En este fragmento está la respuesta...


“La frase que selló nuestra amistad y nos habría de unir para siempre, encadenándonos también a Óscar, la pronunció Rebeca en un recreo: “¿Adónde van los patos de Central Park cuando se hiela el lago?”. Yo adoraba El guardián entre el centeno y siempre llevaba un ejemplar en la mochila. Descubrir que Rebeca conocía la novela y el hecho de que hubiese elegido precisamente esa frase para iniciar una conversación supuso para mí una especie de revelación, como si nuestra amistad estuviera predestinada. 
Rendimos culto a ese libro. De Holden Caulfield, nuestro antihéroe particular, admirábamos su descaro, su rebeldía, y compartíamos con él la estupefacción ante el mundo. “La gente nunca se da cuenta de nada”, grita Holden desde las páginas de El guardián. Al igual que a él nos costaba dejar de ser niños y afrontar que no hay ningún guardián que nos salve del abismo que se extiende tras el campo de centeno. Y que es necesario atravesarlo para crecer, aunque crecer signifique vagar, como Holden en Nueva York, por una ciudad desconocida y hostil donde a nadie le importa adónde van los patos de Central Park en invierno”.


Y los fragmentos de El guardián entre el centeno que hablan de los patos son estos:  

De pronto se me ocurrió preguntarle al taxista si sabía una cosa.

-¡Oiga!- le dije -. Esos patos del lago que hay cerca de Central Park South…Sabe qué lago le digo, ¿verdad? ¿Sabe usted por casualidad adónde van cuando el agua se hiela? ¿Tiene usted alguna idea de dónde se meten?
Sabía perfectamente que cabía una posibilidad entre un millón. Se volvió y miró como si yo estuviera completamente loco
-¿Qué se ha propuesto, amigo? – me dijo -. ¿Tomarme un poco el pelo?
-No, solo quería saberlo, de verdad.

(...)


Pero, en fin, como les iba diciendo, al poco de subir al taxi, el taxista empezó a darme un poco de conversación. Se llamaba Howitz y era mucho más simpático que el anterior. Por eso se me ocurrió que a lo mejor él sabía lo de los patos.

—Oiga, Howitz —le dije—. ¿Pasa usted mucho junto al lago de Central Park?

—¿Qué?

—El lago, ya sabe. Ese lago pequeño que hay cerca de Central South Park. Donde están los patos. Ya sabe.

—Sí. ¿Qué pasa con ese lago?

—¿Se acuerda de esos patos que hay siempre nadando allí? Sobre todo en la primavera. ¿Sabe usted por casualidad adonde van en invierno?

—Adonde va, ¿quién?

—Los patos. ¿Lo sabe usted por casualidad? ¿Viene alguien a llevárselos a alguna parte en un camión, o se van ellos por su cuenta al sur, o qué hacen?

El tal Howitz volvió la cabeza en redondo para mirarme. Tenía muy poca paciencia, pero no era mala persona.

—¿Cómo quiere que lo sepa? —me dijo—. ¿Cómo quiere que sepa yo una estupidez semejante?

—Bueno, no se enfade usted por eso —le dije.

—¿Quién se enfada? Nadie se enfada.

Decidí que si iba a tomarse las cosas tan a pecho, mejor era no hablar. Pero fue él quien sacó de nuevo la conversación. Volvió otra vez la cabeza en redondo y me dijo:

—Los peces son los que no se van a ninguna parte. Los peces se quedan en el lago. Esos sí que no se mueven.

—Pero los peces son diferentes. Lo de los peces es distinto. Yo hablaba de los patos —le dije.

—¿Cómo que es distinto? No veo por qué tiene que ser distinto—dijo Howitz. Hablaba siempre como si estuviera muy enfadado por algo— No irá usted a decirme que el invierno es mejor para los peces que para los patos, ¿no? A ver si pensamos un poco...

Me callé durante un buen rato. Luego le dije:

—Bueno, ¿y qué hacen los peces cuando el lago se hiela y la gente se pone a patinar encima y todo?

Se volvió otra vez a mirarme:

—¿Cómo que qué hacen? Se quedan donde están. ¿No te fastidia?

—No pueden seguir como si nada. Es imposible.

—¿Quién sigue como si nada? Nadie sigue como si nada —dijo owitz. El tío estaba tan enfadado que me dio miedo de que estrellara el taxi contra una farola—. Viven dentro del hielo, ¿no te fastidia? Es por la naturaleza que tienen ellos. Se quedan helados en la postura que sea para todo el invierno.

—Sí, ¿eh? Y, ¿cómo comen entonces? Si el lago está helado no pueden andar buscando comida ni nada.

—¿Que cómo comen? Pues por el cuerpo. Pero, vamos, parece mentira... Se alimentan a través del cuerpo, de algas y todas esas mierdas que hay en el hielo. Tienen los poros esos abiertos todo el tiempo. Es la naturaleza que tienen ellos. ¿No entiende? —se volvió ciento ochenta grados para mirarme.

—Ya —le dije. Estaba seguro de que íbamos a pegarnos el trastazo.

Además se lo tomaba de un modo que así no había forma de discutir con él—. ¿Quiere usted parar en alguna parte y tomar una copa conmigo? —le dije.

(El guardián entre el centeno. J.D. Salinger. Alianza Editorial) 

PRIMERA RESEÑA


Reseña de Javier Rodriguez, dueño de la Librería Cervantes de Alcalá de Henares.



http://www.lalibreriadejavier.com/?p=11521


Marina Fernández Bielsa nos sorprende con su primera novela y que no es sino un pequeño ajuste de cuentas con su pasado. Un ajuste de cuentas que no es sino una reordenación de sentimientos y de etapas de amistad y amor. Como muy bien expresa en ese libro -que particularmente me marcó a mí bastante- “Tokio ya no nos quiere” de Ray Loriga, la memoria es el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier otra cosa. Un texto breve, con una narrativa cargada de sentimientos pasados y con banda sonora. A lo largo de todo el texto la autora nos va recordando esas canciones y letras que marcaron cada etapa de la existencia de la protagonista. Y lo hace con la sabiduría de reflejarnos un tiempo que todos hemos recorrido. Son años de transición y guateques. Son edades en que los enamoramientos, por el desfase de años, no son correspondidos como debieran. Son espacios de maduración y pérdidas, de reajuste de nuestra existencia. Una lectura que se hace de una vez y que fluye con gran suavidad. Una prosa que nos invita a saborear esas experiencias que todos hemos tenido en nuestros años de juventud y que, mucho tiempo después, ya, no son sino esas postales que descubrimos un buen día en el trastero de casa o hurgando entre los restos que dejan nuestros familiares al irse definitivamente. Y descubrimos que éramos otros, muy diferentes a como creemos. Muy diferentes a como creían. en fin, muy diferentes a lo que somos en este momento, en el que todos esos amigos que nos acompañarían a lo largo de nuestras vivencias han desaparecido con rapidez. Y nuestra existencia se ha ido acoplando, paulatinamente, a los tiempos.

Diana, la protagonista de la historia, es amiga de Óscar, que se siente atraído en la sombra por ella, y de Rebeca, que desea a Óscar. Y Diana, sin quererlo, acaba enamorándose de un tercero, Miguel, siete años mayor que ella y que, cuando cree alcanzarle, como la tortuga de Zenón nunca siendo alcanzada por Aquiles, siempre está en otro lugar y con otra diferente. En una vuelta al pasado, trabajando de periodista en Alicante, cae en casa de Óscar, un antiguo amigo del colegio y que yace postrado en cama. Los recuerdos afloran a su mente y no queda otro remedio que adecuar los sentimientos a los hallazgos.

Una lectura sencilla, como debe ser una primera obra de un autor. En ella nos ilustra con músicas de cada momento vivido y con una bitácora de libros que todos hemos leído y nos han marcado en la juventud, en esos años de madurez y altibajos. Una obra asentada en relaciones de amistad y que no necesita profundizar en otras relaciones, como las de los lazos familiares, para recrearnos una sencilla trama de amores no correspondidos. El descubrimiento del primer amor y la primera relación contadas con abrumadora simpatía y claridad. Un relato que nos hace pensar a todas luces, como toda primera obra de autor, en pinceladas autobiográficas de la escritora en sus jóvenes años.

ENTREVISTA A MARINA FERNÁNDEZ BIELSA CON MOTIVO DE LA PUBLICACIÓN DE LOS PATOS DE CENTRAL PARK.
EN EL PROGRAMA "ESPACIOS" DE JACINTO NICOLÁS, EN
ONDA REGIONAL DE MURCIA.



Podéis escucharla AQUÍ

La historia

Una oferta de trabajo en una ciudad de la costa es la excusa a la que Diana se aferra para huir de Madrid, donde no le quedan amigos ni ilusiones. A los 30 años, los sueños adolescentes se han esfumado y la realidad ofrece poco. "La vida aquí no es mejor", reflexiona la protagonista, que tampoco se adapta a su nueva vida, en la que el único aliciente son los encuentros con Víctor, un amante maduro con el que mantiene una relación sin compromisos ni ataduras.

En su soledad, Diana rememora escenas de su infancia, recreando los años 80, y recuerda las dos historias que han marcado su vida. La de Miguel, amor de infancia y adolescencia, de veranos en la sierra madrileña, ahora ya casado y a punto de tener su primer hijo, fantasma que aparece y desaparece, del que Diana parece no querer deshacerse. Y la de Óscar y Rebeca.

Diana, Óscar y Rebeca formaron un trío inseparable durante los meses que duró el curso de COU. "¿Adónde van los patos de Central Park cuando se hiela el lago?", la pregunta que se hace Holden Caulfield, el protagonista de El guardián entre el centeno, sella una amistad que sólo dura unos meses pero cuya huella no ha podido borrarse. Durante años, Diana sueña con reencuentros que, cuando se producen, no son como ella había imaginado. La única llamada de Rebeca en doce años es para decirle que Óscar ha tenido un accidente de tráfico y está en coma.

Han pasado cuatro años, Óscar vive a unos pocos kilómetros y Diana decide visitarle. Óscar no se ha recuperado de las secuelas del accidente y ahora es alguien distinto al amigo que Diana recuerda. Pero esa visita transformará la visión de Diana, que tomará decisiones sobre su presente y su futuro.

¿De qué va?

Novela intimista y reflexiva.

La protagonista, Diana, tiene treinta años y una vida de la que espera mucho más de lo que le ofrece.

Nacida en los años 70, es hija de una generación que creció con Barrio Sésamo y Verano Azul, con películas de Disney y comedias románticas, creyendo que la amistad y el amor iban a ser para siempre y que estudiar una carrera garantizaba un buen trabajo. La realidad se encarga de erosionar esos ideales. Por mucho que uno se aferre a la adolescencia, el tiempo pasa y todo cambia.

Diana tiene que crecer, a su pesar. Pero para ello debe enfrentarse a los fantasmas de su pasado, que siguen colándose en su presente.

A través de sus pensamientos y sus diarios vamos conociendo a Diana y asistimos a su evolución personal. Sus pensamientos y reflexiones tienen mucho que ver con lo sensorial. Paisajes y olores propician recuerdos de la infancia y la adolescencia y la memoria no se concibe sin las referencias literarias, musicales, televisivas y cinematográficas con las que ha crecido.