Ilustración de José Bielsa

INVENTARIO GENERACIONAL. Reseña de Daniel Serrano

Reseña con banda sonora propia. Esta canción tiene mucho que ver con Diana. La letra es de Ismael y Daniel Serrano, que estuvo en la presentación de la novela y escribió esto después de leerla. Porque la vida tiene círculos azarosos sorprendentes.


http://www.diarioabierto.es/39252/inventario-generacional




Lecturas dispersas

Inventario generacional

Daniel Serrano


Somos aquello que fuimos.

Cenizas del paraíso, el lento crepitar de los atardeceres de verano en la Sierra, leche de pantera y vespinos y chicles de fresa ácida, HoldenCaulfield, Demian, los rebeldes de Coppola, dar cera/pulir cera, esta tontería llamada amor,la discoteca, lugar sagrado de iniciáticas atrocidades, el primer beso sabe a caramelo y a whisky, y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared, Duncan Dhu, U2, purple rain,el viejo vinilo de las tardes de lluvia, qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti, Paul Auster, Loriga, Tokyo ya no nos quiere, sostiene el apuesto literato, Bill Murray asiente en una melancolía infinita de rascacielos apagados, y aún más, las Converse AllStar rojas, el Superpop, la raya blanca de un avión en el azul del cielo,More thanthis musita Brian Ferry situado al borde de un skyline nocturno que es puro Nueva York en sueños.

Dulce pájaro de juventud.

Adoro ponerme cursi.

Somos incorregibles. Profesamos un irreprimible afán nostálgico y, sin que venga a cuento, sacamos las viejas fotos del cajón, fotografías con la fósil gravidez del papel, y nos empleamos a fondo en una arqueología de colores satinados y siempre acabamos añorando el hielo rosa radiactivo de aquellos polos cargados de colorante y reescribiendo en secreto el poema que iniciamos a boli en el cartón amarillo del interior de una carpeta .Cuandoel futuro era 3º de Bup.

Pues bien, así somos y Marina Fernández Bielsa es uno de los nuestros y todas esas referencias con las que he arrancado esta confesión de lector disperso son referencias que hallamos en Los patos de Central Park.

¿Y qué es Los patos de Central Park? Una bonita historia de amor y adolescencia. O de desamores cruzados y finales de trayecto.

Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela de enorme potencia evocadora. Con Los patos de Central Park penetramos en ese territorio de los recuerdos que tanto se suele transitar cuando la vida se detiene, cuando (como le ocurre a la protagonista del relato) da la impresión de que estamos haciendo una escala extraña en un larguísimo viaje transoceánico hacia no se sabe dónde.

Y, además, el libro está bien escrito y tiene una agilidad envidiable y no se pierde en manierismos como los que tanto se enredan a los dedos de este lector disperso, e incluye fragmentos como el que sentencia: “…sabernos supervivientes. Eso ya es algo”. Sí, eso ya es algo. Me gusta.

Tan solo una objeción (permítaseme la impertinencia): el retrato en negro de Rebeca. Resulta un tanto impostado tal personaje, la bruja necesaria que demuestra lo mal que sienta cumplir años a quienes renuncian a demasiadas cosas.

Apenas un pecado venial en cualquier caso, porque Los patos de Central Park, relato de una mujer en crisis a punto de atravesar la frontera de los treinta años, es una novela de lo más apetecible, una lectura que se goza a toda velocidad.

Sobre todo, confesémoslo, para aquellos que disfrutamos haciendo inventario generacional y todavía nos regalamos a media tarde la tropelía cruentamente engordante de un phoskitos que nos devuelve a otro tiempo, a otro lugar.Cuanto el futuro era 8º de EGB.

RESEÑA DE JOSEPH B. MACGREGOR

http://thebronkus.wordpress.com/2011/06/06/nueva-resena-macgregoriana-los-patos-de-central-park/


Los patos de Central Park de Marina Fernández Bielsa es una novela sentimental, es decir, y aunque parezca una obviedad, que habla sobre sentimientos. Se trata de un texto muy corto, que apenas llega a las cien páginas, en la que se dicen verdades como puños y que se intuye escrita con el corazón, poniendo toda la carne en el asador hasta el punto de que a veces leyendo algunos fragmentos se me ponían “los pelos como escarpias”, debido al alto grado de identificación de servidor con las inquietudes y zozobras de Diana, la protagonista estelar de la historia:
La existencia se vuelve frágil cuando no hay raíces que nos mantengan con los pies en la tierra ni sentimientos sólidos que nos den la paz. […] Sigo persiguiendo una seguridad de cuya existencia dudo a cada instante. Y, cuando creo haberla encontrado, empieza a tambalearse, golpeada por una insatisfacción que llevo inoculada en la sangre como un virus que cada cierto tiempo revive hasta hacerme enfermar. Es como si viviera de paso y me asusta pensar que tal vez-otra vez la duda- no llegue a encontrar un lugar en el mundo, un sitio en el que parar y del que no necesite huir.” (págs. 8,9 y 10)
En un momento de la narración se nombra al libro de Carmen Martín Gaite, Nubosidad Variable. Supongo (y es sólo una impresión) que de alguna forma Marina Fernández Bielsa pretende homenajearla con esta novela, básicamente porque el diseño de los personajes (siempre dándole vueltas a la cabeza con mil cuestiones; el monólogo interior es importante), la estructura narrativa (como señalé, antes aparecen diarios personales o las cartas /emails a modo de testimonio) y los temas que aborda (los estragos que el paso del tiempo en las vidas y amistades de un grupo de personas, una enfermiza nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue) se asemejan un poco a los de la escritora salmantina.

De igual modo, se alude a otros libros como El Guardían en el Centeno de Salinger en el cuál se inspiró la autora para el título de su novela:
“La gente nunca se da cuenta de nada, gritaba Holden desde las páginas de El Guardián. Al igual que a él nos costaba dejar de ser niños y afrontar que no hay ningún guardián que nos salve del abismo que se extiende tras el campo de centeno. Y que es necesario, atravesarlo para crecer, aunque crecer signifique vagar, como Holden en Nueva York, por una ciudad desconocida y hostil, donde a nadie le importa adónde van los patos de Central Park en invierno.” (págs. 24 y 25)
También Diana cita letras de canciones de Sabina, Ismael Serrano, Los Secretos, Serrat o Radio Futura, entre otros; libros y canciones que forman parte de la memoria colectiva de muchos españoles nacidos entre los años 60 y 70 y sensaciones con las que muchos nos sentimos reflejados o identificados. Por eso, son importantes además las series de televisión (Vickie el Vikingo, La Casa de la Pradera, Verano Azul…), las meriendas con Nocilla (aunque la novela no tiene nada que ver con la famosa corriente de literatura alternativa), la tele en color o los fines de semana en el chalet de un urbanización cercana a la urbe; muchos sabrán de lo que les estoy hablando.

En ese sentido, quizá el argumento no sea demasiado original ni aporte nada especialmente novedoso. Se trata de cerrar círculos que quedaban abiertos, de pasar página y para ello es necesario recordar para así llegar a la raíz del problema, escupirlo de una vez y seguir para adelante; algo que ha sido tratado en múltiples novelas. Sin embargo, el modo en cómo la autora nos cuenta su historia sí que me resultó muy estimulante y conmovedor, utilizando además un lenguaje muy cuidado que en ningún momento cae en el sentimentalismo barato, la cursilería o lo ñoño. Al contrario, Bielsa combina sencillez con profundidad, esgrimiendo además un sentido de lo poético muy moderno, nada anquilosado, rancio o casposo, sino muy cercano, mezclando con habilidad lo tierno con lo amargo, la desilusión con la esperanza, la fragilidad con la fuerza (o con las ganas de salir a flote). Es una narración ágil, que se lee muy bien.

Como les sucede a muchas de las protagonistas de los libros de Martín Gaite, Diana encuentra en la escritura en papel de sus sentimientos una válvula de escape. Se produce a lo largo de la narración algo muy curioso y es lo siguiente: aunque el texto está narrado todo el tiempo en primera persona, la protagonista intercala además fragmentos de su diario personal, para así reforzar o explicar mejor aquello sobre lo que está reflexionando o aquella anécdota que está describiendo.

No existe un conflicto o excusa que haga avanzar la trama sino que ésta se mueve, opino que con suma habilidad, a través de los recuerdos, evocaciones o pensamientos de la protagonista. Digamos, eso sí, que hay anécdotas que tienen más importancia que otras (el amor platónico por Miguel) y que de alguna forma éstas sirven para explicar el porqué del desgaste de la amistad de los tres amigos, pero, insisto en que no me parece que éste sea el tema central de la historia, sino que lo esencial en la novela es el balance final que Diana hace sobre su propia vida. En su regreso a Madrid, Diana recuerda muchos momentos de su infancia y juventud, sobre todo aquellos que significaron para ella una novedad (la primera regla, el primer amor, la primera decepción sentimental, la pérdida de la virginidad) mezclada con otras evocaciones que tienen que ver con el deterioro en la relación de amistad que mantenía durante la adolescencia con Óscar y Rebeca, sus dos mejores amigos, o con otros recuerdos sobre su vida familiar, sus miedos y desilusiones:
“Las vivencias se incrustan en el ADN de la memoria y se trasmiten genéticamente a experiencias futuras. El olvido no existe, aunque nos empeñemos en no recordar. Cada persona, cada momento vivido, deja su rastro, imborrable, a pesar de todo. Aunque lo creamos superado, tiene la cualidad de proyectarse hacia el futuro. Aunque no lo sepamos, aunque queramos ignorarlo, nos condiciona.” (Pág. 15)
En ocasiones, cuando leemos un libro, como sucede en esta ocasión, nos preguntamos cuánto de autobiográfico, de confesión personal o de ajuste de cuentas con su propio pasado por parte de su autor/a tiene la novela en cuestión. Y esto sucede, siempre que éste/a consigue que nos creamos a sus personajes, los sintamos cercanos, reconocibles, auténticos, de verdad. Durante la lectura del libro de Marina Fernández Bielsa no he tenido nunca la sensación de estar leyendo un texto de ficción sino una larga carta firmada por una amiga que deseaba desahogarse con alguien; como si hubiera recogido en la orilla de la playa una suerte de inesperado mensaje en una botella.

JOSEPH B MACGREGOR

Entrevista en ENTRE LÍNEAS


Así empieza la entrevista de Aroa Moreno para Entre Líneas:



Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela generacional para aquellos que no tuvieron generación. De los que quedaron a medio camino, colgados, entre la tierra prometida y el frustrado desencanto. Una generación previa a las tecnologías, protegida por aquellos que salían de una dictadura y, como todas, perdida. Ingenua y pudorosa, Diana, la protagonista, ha existido, alguna vez, en la vida de cualquiera. Con la literatura como pasión, esta periodista dejó que pasaran varios años hasta publicar Los patos de Central Park, su primera novela.

¿Por qué has querido hacer una reivindicación de tu generación?

Yo creo que a toda generación le gusta que se le reivindique a través del arte: literatura, canciones, cine. Estoy en una franja de edad, los nacidos en los setenta, que podemos empezar a contar esas cosas que nos marcaron: recuerdos de nuestra infancia, nuestra adolescencia, ya que todo ese mundo empieza a desaparecer ya que somos la generación que ha marcado el tránsito entre la era no internet y la era internet. Hay cosas que nosotros vivimos de pequeños y que ya no existen, por ejemplo el walkman, sustituido ahora por el MP3, hemos estudiado sin ordenador, y creo que eso merecía ser contado y que es algo que no se debe olvidar.

Para seguir leyendo y ver las magníficas fotos de David Ruiz que la ilustran pulsa aquí:

 http://www.madridentrelineas.com/?p=545



DONDE VAN LOS PATOS CUANDO SE CONGELA EL LAGO (Reseña de María Zaragoza)



Reseña de María Zaragoza publicada en el número del mes de junio de http://www.calidoscopio.net/



Marina Fernández Bielsa ha escrito una novela. Marina Fernández Bielsa es un descubrimiento que nadie debería dejar escapar. Marina Fernández Bielsa no ha escrito una novela, ha escrito un bofetón. Explico esto: Cuando uno lee Los patos de Central Park (Alfaqueque ediciones, 2011), lo que siente es lo mismo que cuando te cogen por las solapas y te parten la cara, a mano abierta, que no duele pero humilla. Hacía mucho tiempo que nadie me ofrecía un libro que me causase tanto desasosiego. Marina Fernández Bielsa es una cronista de la realidad del desencanto, de la generación que se suponía que se iba a comer el mundo y ahora no cobra ni mil euros al mes. De los que lo tuvieron todo cuando niños, tanto que soñaron que el futuro sería brillante y soleado y que todas las calles conducirían a un lugar mejor, y eso les hizo intolerantes a la frustración, con ganas de desmoronarse ante cualquier imprevisto, de ojos sorprendidos ante un “no”, un tropezón, un fracaso. El futuro siempre pintaba brillante en esos días que recordados parecen lo mejor y huelen a sol y a amigos que juramos serían para siempre, y luego resultó que aquellos eran quizá los mejores días porque no había problemas ni decepciones ni responsabilidades. Los personajes de Marina Fernández Bielsa son como la mayoría de nosotros: se pasaron la infancia y la adolescencia deseando crecer y luego se dieron cuenta de que se habían perdido lo mejor de la vida pensando en un futuro que no existía. La vida era esto, no un mañana probable, sino un presente continuo con muchos días parecidos a ellos mismos. Marina Fernández Bielsa (y repito tanto el nombre para que nadie lo olvide) es la cronista del problema más importante es el mío propio porque no me enseñaron a mirar el ajeno. Y luego la realidad baña, poco a poco, cada página, cada viaje iniciático por el propio recuerdo, por el recuerdo ajeno de los que se rompieron el futuro sin querer. No es un libro de un viaje, de una vida, aunque la voz de la protagonista de esta historia, Diana, sea definitoria y reconocible como propia muchas veces, sino que son muchos microviajes. Y esto la autora lo hace muy bien, porque a lo largo de nuestras huidas hacia delante, no hacemos un solo viaje a nuestro pasado buscando las causas y las desembocaduras en nuestros problemas. Hacemos microviajes propiciados por un amigo que hacía años que no veíamos, un bar al que solíamos ir, la visión de un parque, o incluso cosas más sutiles como un columpio moviéndose o el vestido de una niña que se cruza en nuestro camino. La autora es capaz de embarcarnos en cada uno de estos pequeños viajes con la facilidad con la que una experta bordadora dibuja poco a poco una flor en un mantón de Manila. No hay que preguntar nunca si es autobiográfico aunque esté narrado en primera persona. Hay que dejar que la magia del libro nos abofetee, para eso está hecho.

Y es por eso que resulta ser un libro importante. Si hay una moraleja que se pudiese extraer yo diría que es el vive ahora, la vida es esto, no lo que sucederá. El futuro no es un posible sino un improbable. Y si te pierdes tu ahora te hundirás poco a poco en la melancolía y en el naufragio. Porque la vida es dura y empieza a ser dura demasiado pronto.

Creo que no hace falta que diga que en el libro de Marina no hay patos reales, sino metafóricos y que tampoco sale Central Park, sino que el título hace referencia a la pregunta que se hace el personaje de Salinger en El guardián entre el centeno, ¿dónde van los patos de Central Park cuando el lago se congela? Y no hay tales patos porque en realidad lo que se pregunta, lo que nos preguntamos a lo largo de toda nuestra vida, lo que se pregunta Diana en el libro de Marina Fernández Bielsa, es dónde van las cosas que planeamos, los amigos que hicimos y que parecían inquebrantables, las relaciones profundas, las emociones exaltadas, las ilusiones cuidadosamente entretejidas, dónde está ese futuro brillante que nos prometieron convirtiéndonos sin saberlo en frustrados vocacionales, dónde van las cosas que no van a ninguna parte cuando nuestra vida se congela. Cuando nuestros días se parecen y el amor de nuestra vida resulta ser un patán y traicionamos a las personas que más queremos porque somos inconscientes y no creemos en las consecuencias. Cuando la vida se convierte en plana y carece de los matices que habíamos soñado darle. Mafalda mostró su perplejidad en una tira de Quino cuando descubrió que por más que uno se empeñe en cambiar el mundo, al final es el mundo el que lo cambia a uno. Y Marina Fernández Bielsa, con su pequeño bofetón azul, con sus patos que vuelan ahora en las librerías, ha hecho un trabajo maravilloso recordándonos, en una prosa exquisita, que hoy importa mucho más que mañana y que la vida, nos puede transformar en cualquier cosa a nuestro pesar. Probablemente justo en eso que juramos no ser bajo ningún concepto. Hay que leerlo.