Ilustración de José Bielsa

ENTREVISTA DE GUILLE ORTIZ EN Literaturas.com


Así empieza la entrevista de Guille Ortiz para la revista de Literaturas.com

Nunca he tenido prejuicios y miedos. Simplemente escribía.

Caricatura de Diego Abelenda

Marina Fernández Bielsa (Madrid, 1974) acaba de publicar su primera novela, "Los patos de Central Park" (Alfaqueque), donde el lector puede disfrutar del eterno dilema entre el amor y la amistad, el pasado y el presente. Puede revivir las inevitables tensiones de la melancolía y sentir la necesidad, a la vez, de volver al lugar al que perteneció y se formó como lo que ahora es, sin estancarse ni renunciar al progreso. "Los patos de Central Park" tiene un punto nostálgico y adolescente, como se desprende del propio título de la novela, homenaje a Holden Caulfield, y sin duda retrata determinadas constantes de una generación que ahora por fin parece estar alzando la voz y exigiendo su lugar en el mundo. El mismo lugar que Diana, la protagonista, se dispone a encontrar en la novela.
       



¿Cuándo se deshace uno por fin de la adolescencia?
-¿Es que eso es posible? Decía Max Aub: “Uno es de donde hace el bachillerato”. La etapa de los descubrimientos, de una incipiente independencia, de sentimientos y experiencias que nunca se ha tenido antes y que, en ocasiones, no se vuelven a repetir es algo que marca a cada persona. Tanto en lo positivo como en lo negativo. Por otra parte, la sociedad es cada vez menos adulta. Los cambios sucesivos y rápidos, la necesidad de adaptarse y reinventarse constantemente, el hedonismo y la inestabilidad emocional propia de la adolescencia se extiende hoy a casi todas las edades.
¿Qué tiene tu novela de terapia, un punto y aparte necesario para afrontar otra etapa de tu vida y tu carrera?
- La escritura, en general, es un ejercicio de terapia. No tanto en el sentido de volcar obsesiones o frustraciones, que a veces es algo que inevitablemente se produce, sino en la disciplina, el esfuerzo y la concentración que requiere y, sobre todo, en la evasión que supone. Mientras escribes olvidas tu mundo real, tus rutinas habituales y te sumerges en otro mundo que te absorbe por completo. Si tu vida no pasa por buenos momentos, la escritura puede salvarte de la tristeza y la soledad.
“La novela generacional” tiene grandes defensores y grandes detractores y en cualquier caso muchísimos manuscritos apilados en editoriales. ¿Es posible dirigirse a una generación sin perder de vista al resto de los lectores?
- La etiqueta de “generacional” es, en cualquier caso, un componente más de cualquier novela, no el único. Hay otros elementos que hacen que una obra interese o guste. Recrear una época común puede ser un enganche, pero debe haber algo más para ganarse a los lectores.
El otro día, un editor importante me preguntó “¿Cómo le vendo yo tu novela a mi abuela, cómo la convenzo de que le va a interesar?” Inténtalo tú con la mía.
- Podría enunciar unas cuantas frases de marketing tan en boga en el sector editorial, del tipo: “Le hará comprender mejor a su hija y a su nieta”, o “se lee de un tirón”, o “refleja la crisis de los treintañeros” o “le hará recordar un pasado reciente”. Pero lo que honestamente haría es darle a leer las primeras páginas. Si no le gustan, le aconsejaría que la dejara. La lectura debe ser siempre un placer, nunca una obligación ni un suplicio. No todas las novelas tienen que interesar a todo el mundo.
En una intervención maravillosa, Marsé declaró hace tiempo en plena ceremonia de entrega de los Premios Planeta que los jóvenes de ahora no querían escribir sino “ser escritores”, es decir, no les preocupaba tanto la calidad como la fama. Ahora que te mueves más en el “ambiente literario”, ¿cuánto crees que hay de verdad en eso?
- Jajaja, hay de todo. Pero como en cualquier profesión, imagino. Habrá quien tenga interés y vocación en lo que hace y le preocupen la calidad y el trabajo bien hecho y quien desee medrar, ganar dinero o fama, sea escritor, médico o maestro. Reconozco que los escritores, y los artistas en general, tienen un ego más sensible, se sienten valorados según el éxito de su obra. Y vivimos en una sociedad que solo parece reconocer el mérito en función de la popularidad o las ventas. Quien escribe aspira a ver su obra publicada, y una vez publicada a que se venda, y para que se venda tiene que tener “visibilidad”, es decir, publicidad. Son las leyes del mercado. Y después están las personas, y se dan combinaciones de todo tipo.
¿En qué momento de tu vida dejas atrás todos los prejuicios y los miedos y dices “soy escritora”?
- Nunca he tenido prejuicios y miedos. Simplemente escribía. Empecé con relatos cortos que enviaba a concursos. Después conocí al escritor Antonio Gómez Rufo, que prácticamente me “obligó” a escribir una novela durante los meses que asistí a su taller literario. Ese fue el primer embrión. Después le di muchas vueltas, la podé mucho y tres años después estaba lista. Mientras tanto no dejé de escribir. Abrí el blog (http://areaddescanso.blogspot.com) y empecé a participar en el Taller Literario Bremen, donde cada dos semanas se escribe y se lee un relato en voz alta que luego es comentado y analizado literariamente por el resto de los participantes.

La entrevista completa en:
http://www.literaturas.info/revista_int.php?IdElement=43&IdSubElement=9&IdSubSubElement=424


RESEÑA EN LETRATLÁNTICA, POR FRANCISCO GÓMEZ ESCRIBANO

Reseña de en Francisco Gómez Escribano en el blog Letratlántica.

http://letratlantica.blogspot.com/2011/09/los-patos-de-central-park-de-marina.html



Los patos de Central Park
es un texto que cuenta con más de una virtud, lo que lo convierte en una lectura agradable y muy sugerente, especialmente para los que hoy día vagamos en las turbias aguas de los treinta y tantos y cuarenta y pocos. Lo más notable de Los patos es que, tratándose de una obra intimista, como nos desvela desde el inicio la contraportada, no se detiene en inútiles regodeos, y está relatada de forma directa y concisa, haciendo gala de un lenguaje que guarda un elegante equilibrio entre la morosidad propia del estilo y el obligado transcurrir de la historia. Historia que revela el contexto vital de una mujer, Diana, cuyo pasado la ha impulsado a un presente de cierto marasmo existencial. Para plantear esta situación, Marina Fernández se sirve del recurso a las lecturas, las músicas “de juventud”, esos materiales de aluvión con los que comenzamos a construir nuestra identidad adolescente, y que se quedan incrustados de por vida en nuestra memoria y nuestro propio organismo.

Como advirtió la autora en la presentación del libro, Diana no es Marina, pero creo que es evidente que Diana toma mucho de Marina, y esto precisamente aporta un interesante grado de autencidad al texto, sin el cual el resultado final sería un tanto pobre, pues, al fin y al cabo, estamos ante un ejercicio de “búsqueda del tiempo perdido” que, como el más famoso de todos ellos, podría resumirse en una sola línea, de forma que el argumento carece de fuerza suficiente para ponerse en pie por sí solo, sin el concurso de las evocaciones. Y aquí reside el pequeño problema de esta obra notable: cuando las lecturas, las canciones que jalonan el discurrir de los pensamientos y emociones de Diana pierdan su facultad de evocar (para lo que basta el natural paso de las generaciones), Los patos se volverá una narración difícil de descifrar, a falta de su clave más íntima y necesaria.

En todo caso, invito al lector a acercarse a esta exploración vital y a imbuirse de su ambiente melancólico, pues a buen seguro dentro podrá hallar eco de sus propios malestares y, quién sabe, hasta algo de consuelo.